Santiago Ponce es un hombre arraigado en las entrañas del trabajo duro y la lucha sindical, conoce el país por dentro, porque lo recorre a través de cada carretera y camino, que como arterias vivas, le enseñan a diario las necesidades del hombre de a pie. Como dirigente del Sindicato de Trabajadores de Transportadores de Leche (STTL), Santiago no solo representa a sus compañeros en la industria láctea, sino que encarna la resistencia contra los estereotipos que, desde las esferas del poder o desde los grandes medios de comunicación, adjudican a los sindicatos ser responsables de colocar “palos en la rueda” del andamiaje del país.
Originario de San José, Santiago ha forjado su identidad entre charlas con tamberos, trabajadores del campo, compañeras y compañeros sindicales, mientras cumple con su labor en la recolección de leche, oficio que desempeña desde hace más de una década y media.
Hijo de padres oriundos del campo, Juan, nacido en Paraje Cerro Negro y María del Huerto, a la que todo el mundo siempre llamó Maruja, de Paraje Jesús María, Santiago tiene una hermana mayor, Rocío, y la familia se forjó con valores de antes, rigores de antes, discusiones de antes y amores de los que se cultivan para siempre.
Don Juan Ponce trabajó en tambos, también cultivó la tierra, hizo unas cuántas cosas en su vida para alimentar a los que le rodeaban, hasta que se fue para la ciudad de San José de Mayo. Ahí trabajó en una carpintería, aprendió el oficio de luthier y cuando las cosas se acomodaron un poco, se hizo cargo de la panadería de Bartolo, un italiano que escapando de la miseria y la muerte de la segunda guerra mundial, y llegó a Uruguay con una valija con un poco de ropa, algunas fotos de familia y unas cuantas lágrimas escondidas en su alma.
Juan conoció a Maruja ya estando en la panadería -que supo ser de Bartolo- y allí se forjó la familia . Santiago ya de joven decidió buscar su camino propio, sin romper lazos, siempre tratando de conversar con su familia y entorno sobre las injusticias de la vida en la tierra, con la explotación histórica de la peonada y los privilegios heredados de los dueños de la tierra.
Así fue que Santiago trabajó de changador, repartió y descargó bolsas de fertilizante para productores rurales, se fue a probar suerte en un taller mecánico que lo tomaron como ayudante para reparar camiones y por las noches para mejorar el jornal, se ofrecía para lavar en un galpón los contenedores de basura, "y eso sumaba para la olla".
Actualmente, su compromiso no se limita a su trabajo en la lechería, recorriendo rutas en el camión, porque hace doce años resultó electo como delegado de base de su sindicato STTL, y hoy le corresponde desempeñarse como vocal titular en los Consejos de Salario.
Además, decidió levantar las banderas, en su departamento natal, a favor del plebiscito por la seguridad social, no solo con la tarea de recolección de firmas, sino que también es uno de los referentes en la organización de la comunidad, motivando a la personas a participar activamente en la defensa de sus derechos.
"A veces la mirada desde la capital no se enfoca con tanta claridad en las dificultades que se viven a diario en el interior", lo que implica "el caudillismo" y las presiones para quienes viven en un pueblo chico, y cómo la falta de oportunidades y las pocas posibilidades de desarrollo personal influyen "condicionando" la lucha por mejoras en el trabajo.
Santiago explica una y otra vez que la voz de una patronal poderosa, como lo es CONAPROLE, intenta “desvirtuar” los esfuerzos de los trabajadores, culpándolos de los problemas económicos que enfrenta la industria láctea. "Para alcanzar una comprensión completa de la realidad es necesario conocer todas las versiones y no solo la de la patronal que tiene acceso a los grandes medios de comunicación". Por ello, en sus conversaciones busca dejar en evidencia que el discurso de la patronal, "manipula" y “oculta que los beneficios obtenidos para unos pocos que se enriquecen cada día más, lo es a costa de la precarización del trabajo y la pérdida de unos 900 puestos laborales”.
A pesar de los desafíos diarios de la lucha y la resistencia sindical, conjugados con la tarea diaria de vivir, Santiago se mantiene firme en su labor. Trabajan de lunes a domingo, con horarios rotativos, de día, tarde o madrugada, pero que no le impiden continuar militando por una causa que cree “justa y necesaria”.
La historia de Santiago Ponce es un recordatorio que la lucha sindical no se limita a las calles de Montevideo, sino que se extiende a cada rincón del país, donde hombres y mujeres como él, con su trabajo y compromiso, buscan construir un futuro más justo y equitativo para todas y todos.