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Periodista de raza
Leonardo Haberkorn: “El PIT-CNT es honesto, legítimo y necesario”
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Leonardo Haberkorn
Fotos: Manu Amengual

En tiempos de exaltación del griterío mediático y donde la mesura parece perder -con todo éxito- la batalla que despliega la idiotez viral, Haberkorn emerge como un extraño constructor de salvoconductos para superar la opacidad. 

No necesita elevar su voz para fundamentar sus puntos de vista y no tiene reparos en repreguntar una y mil veces -si así lo entiende útil y necesario- para obtener una explicación que esclarezca algo de interés público. Y eso puede llegar a exasperar incluso a los entrevistados mejor "coucheados". Sabe hurgar con sigilo en territorios dinamitados y ha logrado romper pactos de silencio que parecían inquebrantables. 

Leonardo Haberkorn es responsable con el uso de los adjetivos, pulcro con el recurso del asentimiento y meticuloso con las señales de sus tímpanos y del olfato periodístico. A veces parece sentirse cómodo a solas y en penumbras, entre archivos de diarios amarillentos de esos que conservan secretos y leyendas. Sin embargo y al mismo tiempo, tiene más de cien mil seguidores en X y una carta suya de renuncia, en la que cuestionaba la contaminación que provocaban los celulares en las aulas de estudio, se transformó en una especia de manifiesto viral que ya ha dado varias veces la vuelta al mundo y es motivo de culto, invocada insistentemente por docentes, periodistas, psicólogos y también, por miles de oportunistas de los que se especializan en apropiarse de lo ajeno.

De lejos parece ser algo solitario pero es hombre de equipo. Está orgulloso de formar parte de uno que hace periodismo en televisión (Desayunos Informales) y que ha logrado ser reconocido como un espacio de referencia, donde los temas de la agenda nacional se analizan a fondo y los entrevistados saben que disponen de tiempo suficiente para explicar su punto de vista sin interrupciones, ni alaridos, ni emboscadas.  

Aún en tiempos donde la ferocidad discursiva, la carroña y la chicana política mediática cotizan al alza, en el medio parece existir cierto consenso en valorar a Leonardo Haberkorn como un periodista que perfectamente puede representar la contracara de la frivolidad.

Haberkorn es periodista hace más de 30 años. Fue cronista sindical de los semanarios Ayuí y Búsqueda, fundó y dirigió el suplemento «Qué Pasa» del diario El País, trabajó en la agencia de noticias Reuters, fue corresponsal en Uruguay de la agencia de noticias Associated Press (AP), ha escrito varios libros sobre temas relacionados al pasado reciente , (Herencia Maldita, Gavazzo sin piedad, Historias Tupamaras, Milicos y Tupas, Caraguatá, entre otros), ha obtenido premios, algunos de sus trabajos han sido publicados en medios internacionales como The Washington Post, The New York Times, Gatopardo y Etiqueta Negra, entre otros y han sido incluidos en antologías de periodismo narrativo editadas en Chile, México, España, Inglaterra y Polonia.

En diálogo con el Portal del PIT-CNT, habló de periodismo, la nueva ley de medios, el blindaje mediático, el movimiento sindical, el espionaje y seguimiento a Marcelo Abdala, Charles Carrera y Mario Bergara, la corrupción  "brutal" en las Fuerzas Armadas, la lista de escándalos que rodean al gobierno de la coalición y la responsabilidad del presidente Lacalle Pou sobre los hechos que «por supuesto que dejarán una huella» de lo que ha sido su gestión. Lo que sigue es una síntesis de una extensa entrevista desarrollada en una mesa del patio de Escaramuza Libros y Café.  

¿Por qué tanto esfuerzo, estudio y tiempo de investigación dedicado al pasado reciente?

Las explicaciones son varias. Por un lado, crecí en dictadura. Hice toda la escuela, el liceo y casi toda la facultad en dictadura. Me marcó totalmente y tratar de entender y comprender lo que ocurrió en aquellos años me parece algo crucial. Justamente porque crecimos en dictadura y sabemos lo que ello significa, somos los que tenemos más claro que nunca más podemos volver a tener otra. Fue una catástrofe de tales dimensiones que las generaciones que no la vivieron no la captan. Creo que piensan más en los eventos extremos que tiene una dictadura, como los presos políticos y las muertes que puede haber. Sin embargo, no dimensionan lo que fue la cotidianidad y las secuelas. Eso es lo que sabemos nosotros. Hacer el liceo en dictadura fue un desastre. Me parece que aportar desde esa perspectiva es una tarea importante. En dictadura todo era censura, sin prensa libre. Durante muchos años no se publicaba lo que ocurría, apenas se publicaban algunos hechos y otros eran modificados. Por ejemplo, en aquellas épocas se decía que los cuerpos que aparecían en las playas eran de marineros coreanos que se habían peleado en los barcos. Pero también fui comprendiendo que había muchas historias para contar porque en la parte previa de la violencia política, el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros, que fue el principal grupo armado, y otros, estaban muy compartimentados con lo cual, lo que algunos hacían, muchos otros lo desconocían. Y más allá de todo el camino recorrido todavía existen muchos hechos por conocerse. Eso te deja, como periodista, un enorme margen de territorio para explorar. Por un lado eso es interesante y por otro lado, es importante. Además, hay una enorme avidez del público por leer y saber. Entonces, yo creo que una cosa me fue llevando a la otra.

Tus libros se han transformado en grandes éxito de venta en un tiempo en el que muchos sostienen que el pasado reciente ya fue, que hay que dar vuelta la página y que el periodismo debe ser divertido, entretenido y no hablar de cosas como los desaparecidos o la tortura.  O que a las nuevas generaciones solo les interesa la distracción. ¿Cómo se explica eso?

Sí, hay como un mandato de que todo tiene que ser rápido y divertido, pero yo me considero el principal opositor a eso. Si esto se ve como una protesta o una manifestación en contra, bienvenido sea que me ubiquen en ese lugar. La verdad, me llena de alegría. De todos modos, nunca tuve un plan de hacer tantos libros referidos a esta temática y tampoco pensé que iba a vender tanto. Pienso que hay mucha gente deseosa de leer sobre este y otros temas. Me resisto a la teoría que ahora prevalece en la prensa escrita de escribir cada vez más brevemente. Cuando alguien escribe algo largo y está bien hecho, ya sea un libro, un reportaje o una entrevista, la gente lo lee; la gente quiere seguir informándose. Es cierto que hay un vértigo, una velocidad, y mucha gente ya no lee, pero todavía hay quienes sí lo hacen y les interesa leer mucho. Así que, por eso, creo que hay que hacer el esfuerzo.

En televisión, donde todo es más vertiginoso, vos junto otros periodistas están haciendo un programa matutino periodístico, con notas y entrevistas profundas, dedicando mucho tiempo a investigar y preparar los temas. Los entrevistados se encuentran en un ejercicio de alto riesgo para no quedar en evidencia si no han estudiado profundamente un tema. Ahí también van a contrapelo de todas las lógicas.

Sí, es verdad. El equipo tiene una gran sintonía; todos estamos en la misma línea. Sabemos que no es lo normal en la televisión, pero nos deja muy contentos estar haciéndolo. Más allá de cuánta gente lo vea o no, creo que es un aporte. Ojalá pudiera darse también en otros horarios. Creo que la gente lo mira mucho. Las cifras de personas que ven el programa en YouTube son altísimas, y además está la web del canal. Es decir, en el rebote hay mucha repercusión y hay muchas personas que quieren venir al programa porque sienten que es un buen lugar para expresar sus ideas. También hay quienes no quieren venir porque saben que las entrevistas son serias.

Hay una buena parte de la población considera que el ecosistema de medios está sesgado. ¿Qué opinas al respecto?

Siempre dije que no existía la teoría del blindaje mediático, lo cual me generó que algunas personas se enojaron conmigo. Creo que, en Desayunos Informales, es evidente que no hay ningún blindaje y que cualquiera puede ser entrevistado y que a todos se les pregunta de la misma manera. Pensemos que si fuera real que los medios estuvieran totalmente sesgados hacia la derecha, ¿cómo hizo el Frente Amplio para ganar en tres elecciones seguidas? No digo que no pueda haber algunos sesgos en ciertos lugares, porque sinceramente creo que sí, claramente los hay. En la prensa escrita es muy fácil darse cuenta, porque fue fundada y tiene una historia vinculada a los partidos políticos. Entonces, se puede decir que El País está más cercano al Partido Nacional o Brecha a la izquierda. Aunque en el nuevo ecosistema de medios, que son más empresas, es más difícil detectar ese tipo de perfil. Como depende de los dueños, a veces no es fácil saber qué otros intereses tienen, porque el interés empresarial es mucho más difuso. Del interés partidario te das cuenta rápido, pero cuando hay un entramado de empresas, es más complejo.

De todos modos, ya se hablaba en el gobierno anterior de la incidencia del blindaje y la construcción de la agenda informativa.

Durante el gobierno anterior me desempeñaba como corresponsal de la agencia de noticias Associated Press (AP). En aquel momento, AP tenía un mecanismo distinto al de otras agencias, en el sentido de que, en lugar de obligarte a hacer una nota por día, tenía que haber algo grande. Por ejemplo, en el caso de Raúl Sendic, sólo realizamos tres o cuatro notas: sobre su título universitario, en medio de todas las denuncias, y luego cuando renunció a la Vicepresidencia. Y eso fue así porque la agencia tenía un criterio de lo que era importante para el público en Estados Unidos. Asimismo, cubrimos la protesta del movimiento Un Solo Uruguay porque era un hecho importante.

Después, hay una mirada desde la izquierda que, para mí, es un error, como cuando en un Plenario del Frente Amplio se dijo que el caso Sendic era una operación del “Plan Atlanta” de la oposición y la prensa. A veces hay mucho desconocimiento de cómo funciona el periodismo. Hay gente que cree que en el programa “Desayunos Informales” nos dan la lista de invitados y de preguntas. Obviamente, no me conocen a mí ni a mis compañeros Nicolás Batalla, Ana Matyszczyk, Paula Scorza ni a los productores, porque claramente ninguno toleraría algo así.

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Leonardo Haberkorn

Cuando comenzaron a filtrarse los casos de Astesiano, Marset y otros, el gobierno actual también se quejó de los periodistas y medios… 

Claro, todos se quejan. Para mí es lógico, hasta cierto punto, que se quejen mientras sea legítimo. No cuando llaman para echar a alguien. Te puede molestar si la queja no tiene sentido, pero bueno, cada gobierno quiere quedar lo mejor parado que puede. No comparto para nada que llamen “más arriba”, a un dueño, para decirle, por ejemplo, que a Leonardo Haberkorn hay que echarlo. Eso no.

¿Crees que el caso de Preve en Subrayado fue una excepción y no como parte de una práctica generalizada?

No me consta. Cuando pasó lo de Preve lo llamé a él y le pedí me informara pero nunca me dijo concretamente lo que pasó. Yo sinceramente no sé lo que pasó. Y yo no tengo confirmada la versión que circula de la presión para su despido. Él nunca me lo afirmó cuando yo lo llamé y yo más que eso no puedo hacer.

Tuviste un cruce duro con el exministro de Defensa, Javier García, cuando te acusó de silenciar u ocultar algo pero vos mantuviste siempre tu postura.  ¿Es casi imposible sacarte de tu eje?

Todo el equipo del programa comparte algo: ser respetuosos. Preguntamos sin perder la buena educación. Y bancamos. Una vez me sacó sí Ariel Bergamino porque mencionó que iba a ir a una gira por Cuba, y salió el tema Cuba-Venezuela. Yo le exigí una definición de si eso era una dictadura o no y al final me dijo: “Usted parece un juez militar”, a lo que le respondí: “Usted me hace acordar a Néstor Bolentini”, (risas). Ese fue, un su momento algo de cierta tensión pero quedó allí. En otra ocasión, con Javier García también fue algo tenso, pero bueno, es parte del oficio. Sin embargo, nunca se pierde el respeto. Y para mí la posibilidad de hacer este programa en vivo ha sido un gran aprendizaje.

¿Cuál es tu opinión sobre la nueva Ley de Medios?

El artículo 72, que agregó Cabildo Abierto y que se refiere a la comunicación política, es una aberración. Desde el Partido Colorado se dice que lo votarán porque confían en que el presidente de la República lo vetará…

¿Y qué pasa si no lo veta?

Creo que no va a pasar nada porque es inaplicable. Nadie va a fundar esa Comisión para analizar si cada medio es imparcial o no; no tiene ningún sentido. Es una aberración. Creo que no se debería votar. Aunque no vaya a pasar nada, no se debería votar una cosa así con la expectativa de que el Presidente la vetará, porque no es una garantía, ya que él no lo ha dicho. Además, la ley vigente tampoco se cumple en los aspectos más complicados, como el que establece que cada emisora debe emitir un porcentaje determinado de música uruguaya. O sea, estamos en un terreno en el cual tanto este proyecto como la ley vigente son inverificables.

Por otro lado, uno de los grandes cuestionamientos de quienes defienden la ley vigente es que ahora perderemos calidad porque se permite una mayor concentración de medios, lo cual es cierto. Pero ya hay grupos de radio que todos sabemos que tienen más emisoras de las que legalmente podrían tener. En Uruguay, debemos ser sinceros sobre qué leyes podemos cumplir, porque tenemos la tendencia de legislar como si fuéramos Suecia o Noruega, con un estándar de leyes altísimo. Pero luego, en la práctica, somos más como Uganda.

Ha ocurrido algo similar con otras leyes, como la de violencia basada en género o la de teatro independiente que no tienen recursos para su aplicación

Sí, es una manía muy negativa. Es más de lo que podemos hacer. Por ejemplo, con el Sistema de Cuidados, quizás no deberíamos crear un sistema nuevo, sino darle más recursos a Primaria y a los CAIF. Reforzar lo que ya tenemos, sabiendo que no se va a poder cumplir con todo. Esto te da la sensación de que tenemos un estándar muy elevado de legislación y derechos, pero luego no se cumple porque es imposible. Además, más allá de que se gasta mal, hay situaciones lamentables que todos estamos viendo, como lo que ocurre en Artigas con el ex intendente Pablo Caram y la ex diputada Valentina Dos Santos que nos tiene hacer pensar sobre el destino de los recursos del Estado.

¿Hay una mirada sesgada del gobierno y de sospecha permanente hacia el movimiento sindical?

Más allá de las diferencias ideológicas y de visión del mundo, considero que el movimiento sindical uruguayo es bueno, sano, honesto, no corrupto, legítimo y necesario. Es un movimiento que lucha por lo que cree. Para Uruguay, sería terrible no tener sindicalismo. Y todo esto lo digo porque fui cronista sindical y conocí desde un lugar muy directo cómo funciona. Lo conozco bien. A veces, en reuniones con amigos, escucho comparaciones entre el sindicalismo uruguayo y el argentino y les digo que no tienen nada que ver; la gente que yo conozco es toda honesta.

De todos modos, el movimiento sindical ha ido perdiendo la pluralidad que tenía en aquel entonces, cuando contaba en sus filas con representantes de los partidos tradicionales. La complicación definitiva vino cuando el Frente Amplio llegó al gobierno, y el PIT-CNT se vio dividido entre hacer oposición y mantener sus reivindicaciones, ya que muchos compartían el mismo partido. El PIT-CNT, por respeto al conjunto de trabajadores, que son de todos los partidos, jamás debería aconsejar a quién votar, como ha hecho o decir éste es mejor que este otro. Y tampoco debería invitar a representantes de la dictadura cubana, ni de ninguna otra dictadura, para hablar en el Día de los Trabajadores. Asimismo, los partidos tradicionales abandonaron los espacios de participación en los sindicatos y creo que esto notoriamente sucedió desde que se comenzó a tratar la Ley de Caducidad. Recientemente le preguntaba a Valeria Ripoll qué cosas buenas veía del movimiento sindical que podría trasladar al Partido Nacional, porque los partidos tradicionales se alejaron de ese ámbito y también se empobrecieron. Se alejaron de los reclamos populares y dejaron que el Frente Amplio siguiera solo. Si Ripoll logra hacer ver al Partido Nacional que se distanciaron de ese mundo, entonces habrá sido una buena apuesta. Pero si ella adopta una postura similar a la de Graciela Bianchi, será más de lo mismo.

¿Consideras que el espionaje al presidente del PIT-CNT, Marcelo Abdala y a algunos senadores del Frente Amplio dejará secuelas? ¿Estamos ingresando como sociedad en un territorio de mayor hostilidad en lugar de tender puentes?

Creo que en Uruguay la mayoría de la gente no comparte la visión de ver al otro como enemigo. Todavía nos vemos como una comunidad, con ideas diferentes y mi lucha periodística siempre ha sido salvar eso. Mientras nos veamos como una comunidad que tiene que arreglar las cosas como lo hace el uruguayo de a pie, el de la feria, seguiremos en buen camino. Y los políticos necesitan el voto de esa gente, así que el que se va de mambo, a la larga, pierde.

En cuanto al caso de (Marcelo) Abdala, no tengo muy claro todo el panorama. Alejandro Astesiano intentó averiguar si Abdala había ido a un comercio de la Ciudad Vieja a comprar algo, pero no está claro si esto fue una invención de Astesiano o si hubo algo más de arriba. Lo que sí me parece grave es el caso de espionaje contra los senadores Mario Bergara y Charles Carrera, donde se demostró que se quiso espiar. Eso es muy serio.

¿Éste va a ser recordado como el gobierno de los escándalos?

Creo que estos escándalos han dejado una huella. El caso Caram parece tener un impacto más notorio tal vez porque fue el último que se conoció pero tal vez sea porque afecta más directamente al bolsillo de la gente común, lo cual es notorio. Yamandú Orsi, por ejemplo, ha identificado inteligentemente este flanco al hablar de la necesidad de un gobierno honesto. Carolina Cosse, en cambio, no detectó bien el problema cuando se enfocó en que el gobierno había fracasado o que el país se caía a pedazos y tal vez mucha gente honestamente no crea eso porque le quedó una buena imagen de la gestión de la pandemia o por algunos aspectos generales. Está claro que la lista de escándalos, como los casos de Astesiano, Marset, Salto Grande, entre otros, impactarán aunque el Partido Nacional en distintas oportunidades ha intentado desviar la atención recordando casos como el de Sendic. Pero la gente ya castigó al Frente Amplio en su momento. Ahora se verá cuánto valoran estos nuevos escándalos. Y más allá de que no todo ha funcionado de manera óptima y que hay problemas, no todo ha sido un desastre. Nuestra generación ha vivido gobiernos en los que se les cayó la estantería y sabemos lo que significa que esto ocurra; es terrible. A este gobierno no se le ha caído, como tampoco ocurrió con el Frente Amplio. Pero creo que Orsi detectó algo que es real: hubo un escándalo tras otro: Pablo Iturralde hablando de los fiscales, el espionaje, Marset, Astesiano, Caram, son muchos, es una lista. Lo que no sabemos es cuánto incide eso en la gente. Habrá que verlo. Yo cuando hablé con el senador Jorge Gandini sobre estos casos me respondió con Sendic y el caballero de la derecha, que también fueron escándalos que dejaron su huella. Pero lo que le expliqué es que por un lado la gente ya votó y castigó al FA por esos episodios y como estos de ahora son reales y existen, el Partido Nacional deberá preparar una respuesta mejor que intentar desviar la atención hacia Sendic. Y Álvaro Delgado deberá tener que dejar en claro que no comparte lo que sucedió, que todo eso fue muy negativo y dar algún tipo de garantía que puede ser por intermedio de algunas leyes que intenten impedir que esto se repita. Es más, creo que si el gobierno no hubiera tenido esta sucesión de escándalos, no estaría mal parado hoy y se iría mostrando que a pesar de sucesos graves como la pandemia y la sequía el país no se cayó. Pero todos estos casos impactan, recordemos que se hizo una reunión de ministros para mentirle al Parlamento y eso fue algo grotesco. Por ello creo que el Partido Nacional tiene que hacer una autocrítica porque de lo contrario, seguirá justificando los escándalos. Y los escándalos dejaron huella, esto es así, quedó una marca con los escándalos de corrupción y creo que el gobierno lo sabe y el presidente Lacalle también lo sabe.

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Leonardo Haberkorn
Fotos: Manu Amengual

Hablando de escándalos, ¿por qué decidiste darle tanto seguimiento al caso de Nelson Duarte?

El caso de Duarte comenzó con una nota sobre un suboficial de la Armada, Roque Mendiola, que había denunciado casos de corrupción. Después, otros en situaciones similares me contactaron, incluyendo a Duarte. Lo que descubrí es un grado de corrupción brutal en las Fuerzas Armadas, con una impunidad absoluta. El sistema de encubrimiento es tal que los denunciantes suelen ser castigados, mientras los corruptos quedan impunes. En las Fuerzas Armadas, el grado de corrupción es brutal y nadie se atreve a intervenir. Todo lo que denunció Duarte es verdad, sin embargo, lo han crucificado por hacerlo, mientras que se escudan en faltas que él tuvo durante su carrera militar e incluso han revisado y utilizado su comportamiento en la etapa liceal. Javier García, en el Parlamento, mencionó una sanción que Duarte recibió cuando tenía 17 años en el liceo. Sin embargo, quienes están involucrados en corrupción usan los bienes del Estado en beneficio propio con una impunidad absoluta; traen contrabando y utilizan a los soldados para negocios sin convenios ni marco legal que los habilite.

El sistema siempre es el mismo: la persona denuncia, se inicia una investigación interna en la propia Fuerza, que está dirigida por los mismos corruptos, y al final sancionan al denunciante. Esto llega al Ministerio de Defensa, que ve que la situación es incorrecta. En lugar de sancionar a los corruptos, lo que ha sucedido en todo este período es que dicen: “Esto está mal, vamos a realizar una nueva investigación,” y encargan esta tarea a un abogado del Ministerio. La nueva investigación corrige parcialmente la situación, maquilla un poco los hechos, pero no resulta en medidas efectivas. Creo que es necesario que los políticos consideren la creación de un organismo independiente, como una especie de ombudsman o una «ventanilla de denuncias», donde los empleados públicos puedan reportar irregularidades con garantías de protección y confidencialidad.

Me quiero referir a otro caso en la Fuerza Aérea, cuando se descubrió a un encargado de una Base que tenía el baúl de su auto lleno de colitas de cuadril. Lo que sucedió fue que se inició una investigación para encubrir el asunto, ya que todos compraban colitas de cuadril a través de él, y todos estaban involucrados. Lo que hicieron fue echarlo sin denunciar el caso a la justicia, simplemente ordenándole que se fuera. De esta manera, la justicia nunca se enteró del robo descarado de carne. Posteriormente, se llevó a cabo una investigación superficial en la que quienes declararon la verdad, como aquellos que afirmaban haber visto la distribución de carne, también fueron echados.

Es necesario corregir esta situación. Si se trató de un escándalo, como el caso de Duarte y otros asuntos similares que está manejando el Ministerio de Defensa, el principal responsable es el Presidente, quien está al mando de todo. Debería estar al tanto de estos problemas. Esto es algo que debe quedar claro.

¿Cuál ha sido el rol del presidente Luis Lacalle Pou en los escándalos de su gobierno? ¿La popularidad es sinónimo de que no sabía nada y todas se las pasaron por el costado?

Lacalle Pou es un presidente carismático y ha manejado bien la comunicación, especialmente durante la pandemia. Sin embargo, en casos como el de Duarte, es difícil creer que no estaba al tanto. El ex ministro de Defensa Nacional, Javier García, al menos, sí sabía. Lacalle Pou ha sabido quemar fusibles y dar marcha atrás, algo que otros gobiernos no hicieron. Él se va con una alta popularidad y hay varias explicaciones para ello. Primero, la economía del país no colapsó; segundo, posee carisma y logra conectar con la gente; y tercero, el manejo de la pandemia fue acertado. Hizo una apuesta con la población al decir: “Les doy la posibilidad de seguir saliendo y nos cuidamos entre todos”, y eso funcionó. Sin embargo, en los escándalos persiste la duda sobre hasta qué punto estaba informado o no.

¿Cómo crees que será la campaña electoral? ¿Con mucha confrontación?

Ha comenzado mal, con discusiones sobre quién es más corrupto. Necesitamos discutir ideas y tener un consenso mínimo sobre temas importantes como la pobreza infantil y la salud mental. Es preocupante que no se esté logrando un diálogo constructivo. Después, si debaten cuatro contra uno, si está bien o mal es menos relevante. Lo importante es buscar temas relevantes y tratar de encontrar acuerdos. Los debates, parece tener cierta lógica el planteo del comando de Orsi que no deberían formatos de confrontación de cuatro candidatos contra uno, pero le tienen  que encontrar la vuelta, no porque sea ese el tema central sino porque es importante que para algunos temas específicos puedan lograr ponerse de acuerdo y avanzar en ciertos consensos. Porque de lo contrario, sería algo muy desprestigiante para el sistema. La pobreza infantil y la salud mental son dos temas muy importantes, que han logrado cierto consenso. Bueno, eso ya es algo. Aquí hay mérito de la diputada frenteamplista Cristina Lustemberg pero si lo concretan, también será mérito de todos.